Lima, 1 de octubre de 2020. Desde hace dos meses, Dayana Múñoz Aguilar recorre cada mañana el Área de Conservación Regional El Tútumo, en Tumbes, en búsqueda de semillas de checo, árbol cuyo fruto es usado como jabón natural para lavar la ropa o asearse por los pobladores de la zona desde tiempos remotos. El objetivo de esta futura ingeniera forestal es reproducirlas para evitar su desaparición, ya que cada vez hay menos de su especie en el norte del país.
Dayana, de 20 años de edad y talento de Beca Permanencia del Programa Nacional de Becas y Crédito Educativo (Pronabec) del Ministerio de Educación, explica que este árbol, cuyo nombre científico es Sapindus saponaria, es conocido por la pulpa amarillenta de su fruto y que es usado, incluso, como remedio para eliminar garrapatas y piojos. Es una especie presente en ecosistemas cálidos en América Latina, que llega a medir hasta 10 metros de altura.
“He pensado en reforestar 1,000 árboles, según el resultado de la germinación”, explica la estudiante del cuarto año de Ingeniería Forestal y Medioambiente de la Universidad Nacional de Tumbes (UNT). Dayana vio por primera vez un checo hace tres años durante un trabajo de campo de su casa de estudios en el sector Langostura Faical, a una hora en vehículo al oeste de la ciudad de Tumbes.
Ella se quedaba sorprendida, porque en los extensos terrenos donde años anteriores habitaban decenas de checos, ahora solo quedaban algunos. Sabía que era el momento de poner en práctica lo aprendido en las aulas y se prometió contribuir a su conservación. “Cada vez que iba, era el único checo que veía. Preguntaba si había más y me decían que no. Fui al caserío de Casitas y tampoco vi”, cuenta.
Esa escasez y dispersión de checos le llamó la atención, sobre todo cuando la gente del lugar le decía que antes había más ejemplares. En efecto, los checos estaban desapareciendo, debido a la reconversión de suelos boscosos en plantaciones de frutales, en particular, de plátano y limón. “Los talan para coger el terreno y poder sembrar”, afirma. Comenta que, desafortunadamente, no es la única especie forestal que ha observado que se extrae.
Fue así que se dio cuenta que tenía en sus manos la oportunidad de revertir la situación y empezó a recolectar semillas de checo en el caserío de Tútumo, donde encontró bastantes árboles. Al respecto, explica que no hay datos sobre el número de checos en pie en Tumbes.
¿Cuál es su plan? Dayana proyecta germinar las semillas durante cinco o seis meses hasta obtener plantones, luego sembrarlos en una concesión de 127 hectáreas de la UNT. No se trata de una iniciativa menor. Por el contrario, a partir de dicha experiencia, la joven talento prevé elaborar un protocolo de propagación de la especie, con el cual sustentará su tesis de grado.
En un par años, cuando comience a estudiar Biotecnología Molecular, porque desea realizar una maestría en dicho campo, espera profundizar en el conocimiento genético del árbol y su fruto. Así, prevé mejorar la especie y acelerar su desarrollo, reduciéndolo de 15 hasta 5 años, y añadirle valor industrial. Estamos seguros que lo logrará.
“Me gustaría tener mi propio vivero de checo, con especies que den de 5 a 10 años de cultivo y aprovechar los frutos para elaborar un detergente natural y prevenir la contaminación en el agua. Hasta jabones se pueden hacer. Hay mucho por aprovechar”, anticipa la joven estudiante sobre sus metas de largo plazo.
En ese sentido, Dayana sabe que Beca Permanencia no solo la ayudará a cubrir los gastos de su carrera universitaria, sino también le permitirá dar viabilidad a su proyecto, ya que gracias a la subvención dispone de tiempo y recursos para implementarlo. “Quiero reforestar el checo”, enfatiza. Mañana será otro día y nuevamente Dayana recorrerá terrenos agrestes en búsqueda de semillas de este valioso árbol, pero ni el cansancio ni el inclemente sol podrán con su gran ímpetu.
#PrimeroMiSalud